El día prometía; ya a las ocho y media calentaba el sol mientras esperábamos 2ºESO C, 1ºESO B y algunas alumnas de 3ºESO. Mientras tanto, los sherpas (Pilar, Noelia y Juan) organizábamos los bártulos en el autobús.
Del trayecto, poco hay que decir... la distancia no daba para más, de modo que los profes quedamos ayunos del agasajo de los cánticos del tipo "Que buenos son, los profes de Los Remedios que nos llevan de excursión". En fin, de desagradecidos está el mundo lleno.
Una vez en Algodonales, y tras rescatar a alguna que otra oveja perdida, llegamos al taller de Valeriano Bernal, guitarrero (o "luthier") donde accedimos al taller donde nacen tan bellos instrumentos. Allí nos explicaron detalles de la fabricación de una guitarra tales como la diferencia de una madera u otra, el secado de la misma, la distribución del baretaje, la humedad, tensión de las cuerdas y un largo etcétera. Tuvimos la oportunidad de ver paso a paso las diferentes etapas que atraviesa una guitarra hasta que está lista para ser tocada. Poesía pura.
Me viene a la mente una anécdota que, en caso de no ser cierta, merecería serlo. Dicen que una vez, un admirador se acercó a Andrés Segovia y le dijo: "Maestro, yo daría mi vida por tocar como usted", a lo que Andrés respondió: "Me parece bien... ese es el precio que pagué yo". Pues bien, en ese taller se notaba que aquellos artesanos estaban dando su vida a lo que tenían entre manos.
Tras la visita al taller, emprendimos la marcha a Zahara de la Sierra donde acometimos la fazaña de coronar el castillo de la villa. Por cierto, ahí fue donde los sherpas demostramos de qué pasta estamos hechos, dejando sin resuello a alumnos/as de ESO.
Durante el ascenso coincidimos con unos turistas ingleses con los que el alumnado entabló una conversación que tenía pinta de durar horas, pero no había tiempo, por lo que nos vimos en la obligación de interrumpir tan interesante intercambio de información para llegar a cima.
Una vez allí disfrutamos de una maravillosas vistas que hicieron que nos olvidásemos de los entuertos del camino y que nos abrió el apetito para dar buena cuenta de los deliciosos manjares que habíamos llevado.
Como fin de fiesta, visitamos el pueblo de Zahara hasta que el autobús nos llevó de vuelta a casa. Desde el colectivo nos alegramos de visitas como estas y esperamos impacientes la próxima.
Nota: más fotos próximamente
Colectivo Improvisa.